La amusia es un déficit neuropsicológico que provoca la incapacidad de entender y tocar música: puede afectar tanto al reconocimiento de una melodía conocida, con el tono, timbre y ritmo, como a la armonía de la pieza musical.
Es importante no confundir este déficit con un simple «desafinar», esto es, la persona a quien le cuesta reproducir las notas musicales de manera correcta, o el «ser sordo», que se refiere a la imposibilidad o la dificultad de percibir sonidos y ruidos. Las personas afectadas por amusia oyen correctamente las voces y los ruidos, pero no advierten si desafinan o desentonan, sin que importe quien las haga, y en los casos más graves, ni siquiera perciben las melodías o estas les parecen irritantes y desagradables.
A partir de los años 80, la neuropsicología de la música se ha concentrado en mejorar estos trastornos: hoy se considera que la amusia puede aliviarse en personas jóvenes, sobre todo gracias a un ejercicio constante, mientras que parece ser irreversible en sujetos adultos.
Estudios recientes han calculado que aproximadamente el 4% de la población mundial sufre de amusia, en su forma congénita. ¿El nombre del algún amúsico ilustre? Los presidentes de los Estados Unidos Grant y Roosevelt, el padre del psicoanálisis Freud y también el Che Guevara, que es protagonista de un simpático episodio: se cuenta que se lanzó a bailar un tango en un salón mientras sonaba otra pieza musical.
Los principales síntomas de la amusia son:
Quien sufre de amusia tiene respuestas emotivas especiales cuando escucha música: algunos describen esta experiencia como desagradable y molesta, otros como un verdadero dolor, lo que condiciona de manera inevitable su vida diaria.
Lo que muchos no pueden imaginar es que la amusia puede tener implicaciones sociales que van más allá del placer de escuchar una bonita pieza musical o de distinguir una canción de rock de una composición clásica; la amusia afecta de manera importante a la capacidad de comprensión de algunos tipos de idiomas, en especial los tonales, como por ejemplo el chino mandarín; en estos casos, este trastorno puede invalidar la comunicación ya que provoca dificultades en el conocimiento activo y pasivo del idioma y pone en peligro tanto la capacidad de expresarse y de hablar como la comprensión de lo que expresan otras personas.
Muchas personas que sufren amusia simplemente no son conscientes de ello: a menudo es difícil llegar a un diagnóstico sin exámenes preliminares específicos, sobre todo cuando no está acompañado de otros trastornos neurológicos o neuropsicológicos.
La amusia puede comprobarse con la prueba del oído, pero requiere múltiples instrumentos de investigación, descritos en el Protocolo de Montreal para la identificación de la amusia (MBEA - Montreal Battery of Evaluation of Amusia). El protocolo prevé una serie de pruebas para valorar seis componentes de elaboración musical: escala, contorno, intervalo, ritmo, métrica y memoria musical.
Las personas afectadas por amusia sufren por una comprensión y traducción no adecuadas de las señales transmitidas al oído, provocadas por defectos anatómicos y funcionales en el cerebro, que provocan una fuerte incapacidad en la escucha y en la práctica musical. Normalmente la amusia se debe a lesiones del lóbulo temporal no dominante, pero en muchos casos puede estar implicado también el lóbulo contralateral; en caso que esté afectada la región frontal inferior, las personas afectadas por este trastorno no consiguen ni siquiera reconocer las palabras que acompañan la música. En general, la amusia puede estar provocada por:
Entre los estudiosos que han intentado conocer este trastorno, Isabelle Peretz, de la Universidad de Montreal, en Canadá es la que se ha distinguido más. Son diversos los estudios y los ensayos publicados, entre los que destaca “Prevalence of congenital amusia” y “The Cognitive Neuroscience of Music”.
La amusia puede ser:
Para cada tipo, existen varias formas de sordera al ritmo, relacionadas con la gravedad del trastorno: desde las formas leves a las profundas.
La amusia congénita es conocida también como sordera tonal, y está causada por factores genéticos: a todos los efectos, es una discapacidad musical que no puede explicarse por una lesión cerebral anterior, por una pérdida auditiva, por defectos cognitivos o por la falta de estímulos ambientales. Afecta a aproximadamente el 4% de la población y quien la sufre parece no tener la predisposición musical con la que nacen la mayor parte de las personas.
La amusia congénita está relacionada con otros trastornos, y a menudo se manifiesta en concomitancia con la disfasia (un trastorno del lenguaje que consiste en la incapacidad de ordenar las palabras según un esquema lógico) y la dislexia (trastorno neurológico caracterizado por la incapacidad de leer y entender todo un texto escrito, aun entendiendo cada una de las palabras).
La amusia no debe confundirse tampoco con la dismusia, o dislexia musical, esto es la dificultad de lectura de las notas y de los símbolos del lenguaje musical. En 2000 Neil Gordon elaboró una hipótesis sobre la existencia de este trastorno. La dismusia también se distingue de la misofonía, una fuerte intolerancia a algunos tipos de ruidos concretos que a menudo deriva en ataques de rabia, estados de ansia y pánico.
Algunos músicos expertos, como por ejemplo el compositor, pianista y director de orquesta W. A. Mathieu, han afrontado la amusia congénita (sordera tonal) en los adultos y consideran que puede corregirse con entrenamiento y ejercicio. Por otro lado, en caso de amusia adquirida, la recuperación puede producirse en la fase posterior al ictus, cuando está asociado a una variedad de funciones cognitivas, en especial la atención, el funcionamiento ejecutivo y la memoria de trabajo.