El ruido del verano.

En otras ocasiones ya hemos hablado del gran perjuicio que el ruido elevado produce en nuestros oídos y nuestra audición.
Desde hace muchos años se conoce que los sonidos por encima de los 80-85 decibelios producen, con el tiempo, acúfenos o pitidos y pérdida de audición permanente. Esta situación, tradicionalmente, se producía en las industrias ruidosas y afectaba a sus trabajadores, produciendo la llamada sordera laboral, por trauma acústico prolongado.
En la mayoría de los países hace ya tiempo que se dictaron leyes para proteger a los trabajadores de dichas industrias.
Pero actualmente se trata de un importante problema de salud, que afecta a personas de todas las edades, por lo ruidosa que es nuestra sociedad, incluso nuestro ocio, sobre todo en los jóvenes y adolescentes, que son los que están en mayor riesgo, por el uso de auriculares y el ocio ruidoso que ahora está de moda.
Pero hoy nos centramos en otros efectos indeseados del ruido. Cuando no es por el volumen elevado en sí, sino por el momento y lugar en que la persona lo sufre.
En verano las fiestas nocturnas y ruidosas se trasladan a la calle, y aumentan su frecuencia. En algunos lugares el ruido nocturno producido en terrazas, verbenas y otros tipos de fiestas es casi diario, impidiendo el descanso de los vecinos.
Un ruido de más de 35-45 decibelios en el dormitorio impide descansar a las personas, produciendo insomnio, irritabilidad, y los trastornos físicos que les acompañan, como elevación de la presión arterial, trastornos de estómago, fatiga y estrés.
Podemos divertirnos, pero no nos olvidemos de los vecinos que intentan descansar.