¿Llevaremos todos audífonos?

Parece que es en los siglos XVI y XVII cuando aparecen los primeros "audífonos" - "trompetillas", fabricadas con cuerno de animal, metal, etc. que usaban la nobleza y las clases acomodadas. (Figura 1). Eran grandes, muy visibles y poco efectivas en general.
Con el nacimiento del siglo XX aparece el primer audífono eléctrico, grande y aparatoso.
No es hasta los años 50 del siglo pasado que, por la aparición del transistor, se comienza a reducir el tamaño de los audífonos, pero en general eran poco más que un amplificador de sonido.
Los años posteriores fueron de sucesivos avances tecnológicos, culminados por la aparición de los audífonos digitales en los 80-90.
Desde entonces, el avance tecnológico en electrónica y digital de los audífonos ha sido espectacular.
Los audífonos actuales, además de tener prestaciones increíbles para oír mejor, con programaciones adaptadas para cada paciente, y para cada situación, tienen prestaciones adicionales que hacen que el usuario tenga ventajas añadidas sobre las personas normooyentes que no los utilizan. Ventajas como la audición selectiva en ambientes de ruido, la utilización como manos libres con el teléfono, la escucha de dispositivos como televisores, etc., la traducción simultánea a decenas de idiomas, incluso la transcripción de lo escuchado a texto, o el registro de actividad física, etc.
Y, además, a todas estas ventajas, tenemos que añadir el fácil acceso a estas tecnologías, tanto por proximidad como por facilidades de pago.
En este sentido transcribo aquí un slogan, ejemplo claro de compromiso y confianza en el producto: "Si tu audífono no te cambia la vida, te devolvemos el dinero".