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Cerca de tres mil personas en España han vuelto a oír gracias a un implante osteointegrado. No obstante, y más si lo comparamos con el implante coclear, esta solución auditiva sigue siendo aún bastante desconocida para la población en general. Gracias a este tipo de implante, el sonido se transmite por vía ósea, sin tener que forzar el canal auditivo, pero ¿en qué casos se recomienda? En el siguiente post os explicamos su funcionamiento y para quién está recomendado.
El implante osteointegrado entra en escena cuando se dan problemas en el oído externo o medio que impiden que el sonido llegue al interno. En estos casos, los audífonos tradicionales deben utilizar tanta amplificación que el sonido se distorsiona.
Con este tipo de dispositivo no es necesario forzar el paso del sonido por el conducto auditivo externo, ya que se usa la capacidad natural del hueso temporal, situado en el cráneo, para transmitir el sonido mediante la vibración ósea. Así, éste llega directamente al oído interno, facilitando que la señal se reciba de una manera clara, segura (no hay cirugía del órgano auditivo), sin interrupciones y con total comodidad para el paciente, pues apenas se percibe que lleva el dispositivo.
Un implante osteointegrado consta de dos partes: un pequeño implante de titanio ubicado en el hueso detrás de la oreja y un procesador de sonido unido al implante.
El funcionamiento de un implante osteointegrado se explica en tres pasos:
Hay tres tipos de hipoacusia o pérdida auditiva en las que este tipo de implante puede ser el más adecuado:
Se trata del tipo más común de pérdida auditiva y se debe a problemas en el oído interno o las vías nerviosas. Aunque la transmisión del sonido a través del oído externo y medio hacia el oído interno puede ser normal, la información no puede codificarse en señales eléctricas que el cerebro pueda usar.
La pérdida auditiva conductiva está causada por un bloqueo de la transmisión del sonido a través del oído externo o del oído medio. Este bloqueo puede originarse por otitis media crónica, otosclerosis (calcificación que reduce la movilidad del estribo), malformaciones del oído externo o tímpano perforado.
Este tipo de hipoacusia es una combinación entre pérdida auditiva conductiva y pérdida auditiva neurosensorial. Una infección crónica podría, por ejemplo, causar pérdida auditiva mixta si daña el tímpano y los osículos, impidiendo que la cóclea funcione correctamente.
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