Diagnosticar al niño sordo.

En nuestro país la prevalencia de la hipoacusia en el recién nacido está entre 1-1,5 casos  cada 1000 nacimientos, cuando se trata de sordera severa o profunda, y de 6 niños de cada 1000 para la hipoacusia de cualquier grado.
En el primer caso el niño necesitará de ayudas auditivas, prótesis o implantes, y de programas de estimulación temprana y habilitación auditivo-lingüística, para un correcto desarrollo del lenguaje.
Por ello, entre otras razones, es necesario diagnosticar pronto la pérdida auditiva en todos los casos.
Con ese fin se desarrollaron hace años los programas de cribado neonatal de la hipoacusia, con lo que se consiguió reducir la edad de diagnóstico de la sordera congénita.
Pero también hay sorderas que se desarrollan en los primeros meses o años del niño, por lo que es necesario estar atentos a los posibles signos de que el niño no oye bien. Desarrollo del lenguaje, actitud en la escuela y en familia, etc.
Cuando es necesario valorar la audición de un niño y cuantificar la pérdida de audición acudiremos al especialista para realizar los distintos estudios.
Tras la exploración física completa, realizaremos las pruebas auditivas. Estas las dividimos en dos grandes grupos:
  • Las pruebas objetivas, que no requieren la colaboración del niño, incluso pueden realizarse con el niño dormido o anestesiado. Son las otoemisiones acústicas (OEA), los potenciales evocados auditivos de tronco cerebral (PEATC)  y los potenciales  de estado estable (PEAee).
  • Las pruebas subjetivas, que si requieren la colaboración del niño, y se realizan unas u otras dependiendo de su edad. En los más pequeños se hace audiometría por observación de la conducta. En niños más mayorcitos se puede realizar audiometría con refuerzo visual, y en los más mayores audiometría tonal (con tonos puros) o verbal (con palabras bisílabas infantiles).