El otoscopio.

En muchas ocasiones, cuando respondemos a cuestiones que plantean los usuarios, la respuesta inicial es la necesidad de explorar el oído para llegar a un diagnóstico de lo que puede estar pasando. O al menos para conocer el estado del conducto auditivo externo, de la membrana timpánica, e incluso, por trasparencia o perforación del tímpano, del contenido y estructuras del oído medio.
El instrumental más utilizado para este cometido es el llamado "otoscopio". Dispositivo que consta de 
un terminal cónico para introducir en el conducto auditivo (actualmente suelen ser desechables), una lente de aumento y un mango para sostenerlo en la mano, que además suele contener las baterías en los otoscopios portátiles, o ir sujeto a un cable alimentador en los "de pared".
Pero mucho antes de la aparición del otoscopio eléctrico, ya en la Roma antigua se utilizaban los llamados espéculos de oído, instrumentos de forma cónica para explorar el oído u otras cavidades del cuerpo.
En el siglo XIV, un cirujano francés, Guy de Chauliac, describió el primer espéculo de oído.
Pero la dificultad mayor en su uso era conseguir una correcta iluminación a la vez de poder mirar a su través. En 1865, el británico John Brunton describe un nuevo espéculo, que aprovecha una abertura lateral y un espejo para iluminar la membrana timpánica.
Con la aparición del otoscopio eléctrico se resolvieron estos problemas y el médico podía usar con comodidad, y en cualquier lugar, este instrumento portátil.
Pero no es el único instrumento con el que se explora el oído. El otorrinolaringólogo, en muchas ocasiones, utiliza el otomicroscopio binocular, que permite ver con más detalle las estructuras del oído, y tener ambas manos libres para realizar las maniobras terapéuticas que pueda precisar.