El picor de oído.

Uno de los síntomas más frecuentes que padecen los pacientes que acuden al otorrino es el picor de oídos.
En la mayoría de ocasiones, los pacientes acuden por otros síntomas, como pérdida de audición, o acúfenos, o episodios de otitis, etc., y además cuentan el picor, como otro posible síntoma de la enfermedad que les preocupa.
En otras ocasiones, el síntoma primordial por el que acude el paciente es el picor, que le  condiciona su vida cotidiana por la persistente molestia.
Sin embargo encuentran que el médico parece dar poca importancia a su síntoma, y que no lo relaciona con la patología “importante” que padece el paciente: Hipoacusia, Acúfenos, Vértigo, etc.
Y es que, en realidad, el picor está producido por una alteración de la piel del conducto externo del oído, “el eccema ótico”, que en algunas ocasiones afecta también al pabellón auditivo, e incluso se acompaña de dermatitis de la piel de alrededor o del cuero cabelludo y que suele tener poca relación con el resto de patologías del óido.
El eccema suele ser crónico y recurrente, de forma que hay que ser disciplinado en el tratamiento y en los cuidados higiénicos necesarios para evitar las posibles complicaciones que se producirán por un manejo inadecuado.
Hay que evitar el rascado. Es la maniobra más habitual cuando el picor es intenso, pero las erosiones producidas en la piel pueden infectarse, por bacterias u hongos, con la consiguiente otitis externa, muy dolorosa, que si se convierte en crónica o recurrente, puede condicionar la inflamación crónica de la piel del conducto, estrechándolo, o incluso cerrándolo.
Que debemos hacer para evitar el picor y las complicaciones del eccema ótico:
  • Evitar el rascado.
  • Evitar la humedad en el conducto.
  • Evitar los productos agresivos (champús, jabones abrasivos, tintes, etc.).
  • Utilizar tratamientos tópicos como:
    • aceites esenciales hidratantes.
    • Corticoides en loción o crema.
  • Mantener una higiene continua, con limpieza eficiente pero no abrasiva.
  • Es importante la revisión periódica en el especialista, sobre todo si hay tendencia a la retención de cerumen o secreción en el conducto auditivo.
Es fundamental asumir que se trata de una patología crónica y recurrente, que produce molestias y que, para evitar complicaciones, necesita de cuidados cotidianos.