Medir la audición. Las audiometrías.

Cuando una persona cree que no oye bien lo más habitual es que acuda al médico especialista para una valoración de su audición. El tiempo que puede tardar desde el inicio de sus síntomas hasta que acuda al otorrino es muy variable. En general, cuanto más rápida es la progresión de la pérdida de audición, el paciente se adapta peor a la hipoacusia y acude antes a la consulta. Por el contrario, cuando la pérdida auditiva aparece muy lentamente, el paciente se va acostumbrando y tarda más en buscar ayuda.
En otras ocasiones son campañas de revisión de la audición, promovidas muchas veces por gabinetes de audioprótesis, o exploraciones auditivas realizadas en las revisiones laborales o en las previas a la obtención o renovación de permisos, como el de conducir, etc. en las que se diagnostica una pérdida auditiva.
La exploración funcional básica para medir la audición es la audiometría tonal liminar. En esta prueba se mide la audición para los tonos puros, de las distintas frecuencias del espectro sonoro. Midiendo la cantidad mínima de sonido de cada frecuencia, necesaria para comenzar a oír. Se trata de una prueba subjetiva, que precisa que el paciente conteste al examinador cada vez que oye un sonido. Por ello sólo se puede realizar en pacientes capaces de responder correctamente. En los niños, en general es posible su realización a partir de los 5 o 6 años. En los más pequeños realizaremos otras pruebas de las que hablaremos en otra ocasión.
Pero con esta prueba no podemos medir la comprensión del lenguaje, y ya sabemos que es muy frecuente la queja "oigo pero no entiendo".
Para conocer la comprensión del lenguaje se utiliza la llamada audiometría verbal o logoaudiometría, en la que se comprueba la comprensión, a distintas intensidades de sonido, de palabras bisílabas. En otras ocasiones se puede examinar la comprensión de frases cortas. Llegando a conocer el porcentaje de palabras o frases que comprende el paciente.
Existen otras pruebas auditivas que miden distintos aspectos, como la intensidad de sonido que produce molestia o dolor, o el sonido necesario para enmascarar un acúfeno, etc.
En resumen, lo importante es revisar la audición con frecuencia. Hace unos años se recomendaba una revisión anual a partir de los 50 años. Ahora tenemos que aconsejar que estas revisiones comiencen antes, ya que la pérdida de audición comienza en gente más joven por la exposición al ruido.
Y además, debemos examinar también la comprensión cuando el paciente refiere mala comprensión del lenguaje, aunque parezca que la audiometría tonal es normal.