Ha sido una experiencia única y muy enriquecedora. Cuando me llamaron y me propusieron formar parte de este proyecto no me lo podía creer, llevaba años esperando mi momento y creo que fue el mejor.

En Dharamsala visitamos un monasterio, una residencia, un colegio y un centro de mayores. Fue divertido ya que, además de correr la voz las personas que venían a visitarse, se anunció también por megafonía con la ayuda de la gente del pueblo y la verdad que tuvo una gran acogida. No paraba de llegar gente, algunos ancianos que podían desplazarse solos y otros que ayudados por familiares o vecinos se acercaban hasta nosotros para que pudiésemos hacerles las pruebas y ver si les podíamos poner un audífono.

Me llamó la atención la generosidad con la que nos atendían en todos los sitios, cada uno dentro de su pobreza aportaba lo que podía. Unos nos invitaban a tomar té otros, como en el colegio, a comer con los niños en su modesta cocina, todo un ejemplo de gente buena y agradecida.

Como anécdota si se puede llamar así, la sonrisa permanente y los gestos de asombro de las personas que oían por primera vez algunos sonidos olvidados, (ladrar un perro...). 

Me encantaba pasear por el pueblo y reconocer a las personas que habíamos visto y puesto audífonos el día anterior, como se acercaban a saludarnos encantados con su nueva situación y comentando como habían mejorado.