Descubrimos juntos la anatomía del oído interno, sus funciones y las patologías que pueden afectarlo.
El oído interno tiene una estructura compleja: consiste en el laberinto óseo (sistema de cavidades excavadas en el hueso temporal) y el laberinto membranoso, que están separados entre sí por el espacio perilinfático (un complejo de grietas que se comunican entre sí en y contienen un líquido, la perilinfa). El laberinto óseo consiste en una parte vestibular (posterior) que incluye el vestíbulo, los canales óseos semicirculares y el acueducto del vestíbulo y una parte acústica (frontal) que consiste en la cóclea o el caracol óseo y el acueducto del caracol. El laberinto membranoso se presenta como un conjunto de órganos huecos, que contienen un líquido, la endolinfa, que se comunican entre sí, delimitados por una pared membranosa.
El laberinto membranoso se compone de:
La cóclea está formada por un conducto de 31-35 mm de largo que desarrolla una espiral en el caracol óseo. Se origina cerca del sáculo, al cual se recoge a través de un pequeño canal y atraviesa todo el caracol óseo para terminar debajo de su cúpula. Se distingue una porción superior de la cóclea, que consiste en la escala vestibular, una porción inferior llamada escala timpánica y, en el medio, el conducto coclear con una forma triangular. Las dos escalas (vestibular y timpánica) están en comunicación directa en la porción superior de la cóclea a nivel de helicotrema.
El aparato vestibular es responsable del equilibrio. Las estructuras neurosensoriales se colocan al nivel del utrículo, el sacro y los canales semicirculares donde se colocan las células del equilibrio sensorial, equipadas con cilios verticales, sobre los cuales descansa una capa de cristales de carbonato cálcico llamados otolitos.
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Las patologías que afectan el laberinto dan la aparición del vértigo como su principal característica sintomatológica, definida como una falsa sensación de movimiento del cuerpo o del entorno circundante.
Otras patologías de origen neoplásico o degenerativo (meningiomas, schwannomas, ependimomas, gliomas, meduloblastomas, neurofibromatosis, etc.) contribuyen a causar mareos episódicos o sensaciones de inestabilidad.
Las causas virales como el herpes zoster o bacteriano (laberintitis) pueden desencadenar el vértigo. Por lo general, la fiebre ocurre primero, solo en formas bacterianas, y luego mareos con pérdida de audición y, a menudo la aparición de tinitus o acúfenos. La terapia es etiológica.
Los vértigos o mareos inducidos por fármacos, sin otra causa, representan aproximadamente el 23% de los casos de mareos en las personas mayores.. El uso de cinco o más medicamentos está asociado con un mayor riesgo de mareos y posterior caída. Los pacientes mayores son particularmente susceptibles a los efectos adversos de los medicamentos debido a los cambios farmacocinéticos y farmacodinámicos relacionados con la edad.