El dolor de oído, que en algunos casos acaba en otalgia, o dolor intenso en este órgano, y las molestias en general del aparato auditivo pueden ser realmente incapacitantes. No todos saben que los problemas de garganta, como la amigdalitis, puede ser las causas que desencadenen estas molestias.
La amigdalitis es una inflamación aguda de las amígdalas, glándulas presentes en los lados de la garganta entre la boca y la faringe, que tienen forma de pequeñas almendras. En los niños ayudan a proteger las vías respiratorias, luchando contra microorganismos y actuando como barrera ante las infecciones para impedir que se propaguen en el cuerpo. Con el paso de los años, el sistema inmunitario se refuerza y se desarrolla, y el papel de la amígdala es cada vez menos importante, de manera que se atrofian progresivamente.
Los tipos de amigdalitis son dos, y varían dependiendo de la causa que la genere: amigdalitis vírica (la más habitual) y amigdalitis bacteriana.
La amigdalitis vírica es una inflamación aguda de la amígdala, causada por microorganismos patógenos que afectan al organismo, donde encuentran el hábitat adecuado para reproducirse. Los virus del resfriado común son los que habitualmente provocan este tipo de amigdalitis, caracterizada por dolor de garganta y fiebre que por norma no supera los 39°C.
Si te preguntas cuánto dura esta patología, te diremos que los síntomas acostumbran a desaparecer en 72 horas; el paracetamol puede ayudar a aliviar el dolor de garganta y la fiebre, las manifestaciones características. Especialmente habitual en la temporada más fría, se transmite en lugares con mucha gente, y se resuelve en pocos días.
El aparato oral y el aparato auditivo conviven en una relación mutua de toma y daca.
No siempre es fácil distinguir entre amigdalitis vírica o bacteriana, ya que algunos síntomas son los mismos, con una gravedad diferente.
La amigdalitis vírica está provocada sobre todo por virus del resfriado, más concretamente adenovirus y rinovirus, que encuentran un terreno fértil en el organismo para reproducirse; causan una inflamación aguda de la amígdala, dolor de garganta y fiebre, que normalmente no supera los 39°C.
En cambio, la amigdalitis bacteriana está inducida por una infección bacteriana: en los niños, el estreptococo betahemolítico es la causa principal. Se manifiesta con fiebre alta, que supera los 39°C, debilitando notablemente el organismo y con placas, manchas de un color blanco amarillento en las amígdalas.
Entre los principales síntomas de la amigdalitis también está el dolor de oído. Si pensamos dónde se produce, es fácil entender por qué: las amígdalas son el punto de paso entre la boca y la faringe, no están demasiado lejos de los oídos y, por lo tanto, cuando se inflaman, toda el área puede verse afectada por el dolor. Si el dolor de oído está provocado por una amigdalitis, se habla de otalgia refleja, ya que no es el aparato auditivo el que se ve atacado por virus o bacterias, sino la garganta, más cercana.
Para valorar el tratamiento, es conveniente consultar siempre al médico y no confiar en otros remedios.
Por otalgia se entiende la inflamación del oído: normalmente es una enfermedad que está causada por la inflamación del oído externo, pero a menudo también el interno. Existen dos tipos de otalgia: la bilateral y la refleja.
En los casos más graves, sobre todo si no se hace caso de la amigdalitis, la molestia puede complicarse y hacer que se produzca una otitis, esto es, una inflamación aguda del oído que provoca dolor fuerte, con eventual prurito e irritación en el canal auditivo, que en algunos casos puede convertirse también es una sensación de presión en el canal auditivo.
Por lo tanto, es importante tratar rápidamente la amigdalitis y evitar desagradables consecuencias en el organismo en general.
En los casos más graves de amigdalitis, el trastorno puede complicarse y hacer que aparezca una mastoiditis, una infección bacteriana que normalmente se produce después de una otitis aguda. Para solucionarla, es necesario recurrir a los antibióticos, que deben tomarse con prescripción médica.
La mastoiditis es un trastorno muy doloroso y debilitante, por lo tanto, es conveniente afrontar rápidamente la amigdalitis y evitar desagradables repercusiones en el organismo.
Los medicamentos para la amigdalitis varían dependiendo de la causa del trastorno.
En caso de amigdalitis vírica, el tratamiento se basa en el paracetamol, en dosis adecuadas a la fiebre y el dolor. En cualquier caso, después de un pico que se produce en las primeras 72 horas, remite de manera espontánea y desaparece en 7 o 10 días. En algunos casos, el médico puede aconsejar tomar también AINE (antinflamatorios no esteroideos), como el ácido acetilsalicílico o el ibuprofeno. Si la amigdalitis es vírica, en ningún caso deben tomarse antibióticos, que en cambio sí son necesarios en caso que sea bacteriana. Los antibióticos usados normalmente son los de amplio espectro. Si se producen infecciones a menudo, el antibiograma ofrecerá una indicación útil sobre qué fármaco se debe usar.
Si la amigdalitis es vírica, es importante ayudar al sistema inmunitario a defenderse. Son válidas todas las buenas prácticas utilizadas en caso de fiebres e infecciones, como:
Tomar alimentos frescos puede ayudar a reducir el dolor y la inflamación de la garganta.
Las buenas prácticas pueden ayudar, pero es conveniente consultar siempre con nuestro médico, para valorar el tratamiento más eficaz y adecuado para solucionar la molestia.
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En caso de episodios de amigdalitis repetidos a lo largo de los años, o tras infecciones especialmente importantes como el absceso amigdalino, puede valorarse la amigdalectomía, esto es, la extracción de las amígdalas. Es una intervención breve, que dura entre 30 y 45 minutos, se realiza con anestesia general, en los niños y en los adultos. Las técnicas son diversas y el cirujano valora cada caso de forma individual, según su experiencia y lo que es mejor para el paciente.
Después de la intervención, es normal notar un dolor en la garganta: en los adultos puede durar más de una semana, y los niños acostumbran a tener una recuperación más rápida. Para mantener bajo control el dolor, se recetan analgésicos. ¿Qué comer después de la amigdalectomía? Alimentos blandos, semisólidos y tibios o fríos, ya que son más sencillos de tomar en el posoperatorio más inmediato. Aunque tragar puede resultar difícil, es conveniente volver a tomar alimentos sólidos, respetando siempre los tiempos dictados por el personal sanitario, ya que esto ayudará a que la recuperación sea más rápida. En cualquier caso, debemos seguir las indicaciones que nos ha ofrecido en el hospital el personal sanitario.