
Las pruebas vestibulares son fundamentales para estudiar los trastornos del equilibrio y para detectar cualquier problema del aparato responsable de la ejecución armónica de nuestros movimientos.
Vértigos, mareos, problemas de equilibrio: todos estos son síntomas que, cuando se presentan con frecuencia y duran mucho tiempo, pueden atribuirse a diferentes patologías. Las pruebas vestibulares permiten al otorrinolaringólogo diagnosticar el trastorno que las provoca y, en algunos casos, incluso resolverlas en la misma sesión.
Las diferentes partes que componen esta prueba examinan la función vestibular, esto es, del aparato que incluye el vestíbulo y el laberinto y que ofrece al cerebro, mediante una serie de procesos, información sobre la posición del cuerpo y de la cabeza en el espacio. La disfunción de este aparato, como en caso de laberintitis y vértigo paroxístico posicional benigno, es la causa más común de los trastornos del equilibrio.
Las pruebas vestibulares se basan sobre todo en la observación del nistagmo, esto es, de los movimientos involuntarios de los globos oculares, espontáneos o provocados por impulsos específicos. El paciente usa unas gafas especiales o dispositivos parecidos a las máscaras, que le impiden fijar un punto.
Las pruebas se realizan en una camilla. Se somete al paciente a algunas maniobras y movimientos de cabeza para comprobar qué posiciones y qué estímulos provocan el nistagmo. La posición en que se observa la presencia de estos movimientos oculares, y la categoría de estos, ofrecen al otorrinolaringólogo los elementos necesarios para realizar un diagnóstico o para solicitar otras pruebas.
Las pruebas vestibulares duran aproximadamente quince minutos y pueden provocar vértigo y náuseas. Por ello, es necesario estar en ayunas durante al menos cuatro horas y acudir a la prueba acompañados. Tomar medicamentos contra el vértigo puede falsear el resultado de las pruebas vestibulares, por lo tanto, es necesario suspender el tratamiento dos días antes. Durante la prueba no se pueden utilizar lentes de contacto de ningún tipo y antes de esta se debe realizarse una consulta de otorrinolaringología para excluir la presencia de infecciones del oído o tapones de cera, ya que en esta caso están contraindicadas.
A lo largo de las pruebas vestibulares, según considere el especialista que las está realizando, podrán efectuarse otras comprobaciones:
Las pruebas vestibulares no son dolorosas, pero en algunos casos hacen que surjan de manera transitoria problemas relacionados con el vértigo.
Si a lo largo de las pruebas vestibulares se diagnostica vértigo paroxístico posicional benigno, en la misma visita se pueden realizar algunas maniobras llamadas liberatorias que forman parte de la terapia que resuelve el problema. Esta patología está provocada por el desplazamiento de su sede natural de los otolitos, pequeños cristales parecidos a piedras presentes en el oído interno, que tienen la función de «sensores» del movimiento. Gracias a algunos movimientos específicos de la cabeza y el cuerpo (maniobra de Semont, maniobra de Epley, maniobra de McClure, por ejemplo) pueden recolocarse correctamente.
Si se detectan otras patologías vestibulares, como la laberintitis o el síndrome de Ménière, puede ser necesario efectuar ulteriores controles, como una visita al otorrinolaringólogo específica o una evaluación auditiva a fin de encontrar la terapia más adecuada. En algunos casos, puede ser necesario realizar una resonancia magnética o un TAC.
Si las pruebas vestibulares excluyen patologías del oído interno como la causa del vértigo, es necesario llevar a cabo otros estudios. El vértigo y los problemas de equilibrio pueden tener origen neurológico (ataxia cerebelosa, por ejemplo), ortotopédico, psicológico o relacionados con una presión arterial demasiado baja.