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Mareos y vértigos: una secuela común del COVID
Mareos y vértigos: una secuela común del COVID
Equilibrio y trastornos vestibulares

Mareos y vértigos: una secuela común del COVID

Descubre cómo el COVID puede causar náuseas, mareos y vértigos, y qué tratamiento seguir para aliviar estos síntomas.

Los mareos y vértigos son síntomas comunes durante y después del COVID-19, acompañados de náuseas, sudor frío y presión en la cabeza. Pueden durar semanas y afectan la calidad de vida. Este artículo explica causas, duración y tratamientos.

Relación entre COVID, mareos y vértigos

La relación entre COVID, mareos y vértigos es cada vez más reconocida por especialistas y pacientes. Aunque el COVID-19 afecta principalmente al sistema respiratorio, el virus puede afectar también el sistema nervioso central y periférico, provocando síntomas neurológicos como mareos y vértigos. Estos síntomas pueden manifestarse durante la fase aguda de la infección o como parte de las secuelas post COVID.

Las causas de esta asociación son variadas. En primer lugar, la inflamación sistémica provocada por el virus puede afectar el sistema vestibular, responsable del equilibrio, generando sensación de mareo o vértigo. Además, el COVID puede causar daño directo en las estructuras del oído interno, como el laberinto, que es esencial para mantener la estabilidad corporal. También se ha observado que el virus puede alterar el flujo sanguíneo cerebral y provocar hipoxia, lo que contribuye a estos síntomas. Finalmente, el estrés y la fatiga asociados a la enfermedad pueden agravar la percepción de mareo y vértigo.

Esta relación hace fundamental una evaluación médica adecuada para identificar la causa exacta y determinar el tratamiento más apropiado, mejorando así la calidad de vida del paciente.

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Otras síntomas relacionadas con el COVID

Además de los mareos y los vértigos, el COVID-19 puede provocar una variedad de síntomas neurológicos y físicos que afectan el bienestar general. Muchos de estos malestares, como el sudor frío, la sensación de cabeza embotada, la visión borrosa, el dolor de cabeza o de garganta, no solo aparecen de forma aislada, sino que también pueden estar estrechamente asociados con la aparición o intensificación de mareos y vértigos. A continuación, se analizará cada uno de estos síntomas, profundizando en su posible relación con las alteraciones del equilibrio que el virus puede generar.

COVID y sudor frío

El sudor frío es un síntoma que puede aparecer tanto durante como después de una infección por COVID-19. Esta reacción del organismo puede estar vinculada a episodios de hipotensión, hipoglucemia, ansiedad aguda o alteraciones del sistema nervioso autónomo causadas por el virus. En el contexto del COVID-19, el sudor frío suele presentarse junto con otros síntomas como náuseas, ganas de vomitar, sensación de inestabilidad o mareos, lo que sugiere una respuesta fisiológica de alerta frente a un malestar interno. Es común en personas que experimentan vértigo, ya que el sistema vestibular está relacionado con el control del equilibrio, la sudoración y las respuestas gastrointestinales. Aunque a menudo se considera un síntoma menor, su aparición frecuente o persistente debe ser evaluada por un profesional de salud, especialmente si viene acompañada de signos neurológicos o desequilibrio.

COVID y cabeza embotada

La sensación de cabeza embotada o mente nublada es una de las quejas más comunes entre quienes han superado el COVID, especialmente en los casos de COVID prolongado. Esta condición puede estar causada por una neuroinflamación residual, alteraciones en la oxigenación cerebral o fatiga crónica inducida por la respuesta inmunitaria. Se manifiesta como una dificultad para concentrarse, pensamiento lento o confusión mental. Su asociación con los mareos es significativa, ya que ambos síntomas reflejan un posible compromiso del sistema nervioso central. Además, muchas personas describen esta sensación como una mezcla de vértigo leve y desorientación, lo cual afecta seriamente el desempeño diario y la capacidad para llevar a cabo actividades que requieren atención o coordinación.

COVID y vista borrosa

La visión borrosa en pacientes que han tenido COVID puede tener múltiples causas, entre ellas: deshidratación, alteraciones de la presión arterial, migrañas postvirales o disfunción del sistema vestibular. En algunos casos, puede deberse a una afectación temporal del nervio óptico o a problemas vasculares relacionados con la microcirculación. Esta sintomatología se ve agravada si aparece junto a mareos o vértigos, ya que el sistema visual está directamente implicado en el mantenimiento del equilibrio. Las personas afectadas pueden sentir que los objetos se mueven o se desenfocan, lo que dificulta tareas simples como caminar o leer. Evaluar la persistencia de la visión borrosa es fundamental, ya que puede requerir una valoración neurológica o oftalmológica especializada.

COVID y dolor o presión de cabeza

El dolor de cabeza relacionado con el COVID puede aparecer durante la infección aguda o como secuela en las semanas posteriores. Se caracteriza generalmente por una sensación de presión o pesadez, especialmente en la zona frontal o alrededor de los ojos. Esto puede estar vinculado a inflamación cerebral leve, congestión de los senos paranasales o alteraciones vasculares. Cuando este dolor se presenta junto con mareos, es posible que exista una implicación más profunda del sistema neurológico, afectando la percepción del equilibrio. Además, muchos pacientes describen esta presión como una banda apretada alrededor de la cabeza, que aumenta con el movimiento, lo cual es típico en cuadros compatibles con vértigo postviral. Es importante monitorizar la intensidad y duración del dolor para descartar complicaciones mayores como migrañas persistentes o hipertensión intracraneal.

COVID y dolor de garganta

El dolor de garganta es uno de los síntomas más frecuentes durante las fases iniciales de la infección por COVID-19, resultado de la inflamación e irritación de la mucosa de las vías respiratorias superiores. Esta inflamación suele ser causada por la respuesta inmunitaria del organismo al virus. Aunque no guarda una relación directa con los mareos, puede contribuir al malestar general, especialmente cuando se combina con fiebre, fatiga y deshidratación. En algunos casos, el dolor de garganta puede generar dificultades para respirar correctamente o para alimentarse, lo que indirectamente puede producir debilidad y sensación de inestabilidad. En pacientes con predisposición al vértigo, este cuadro inflamatorio puede exacerbar la sensación de mareo debido al malestar sistémico global.

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¿Cuánto duran los mareos por COVID?

La duración de los mareos relacionados con el COVID-19 puede variar considerablemente según el caso y el estado de salud general del paciente. En algunos casos, los mareos desaparecen en pocos días tras la resolución de la infección aguda. Sin embargo, en pacientes con COVID persistente o long COVID, estos síntomas pueden mantenerse durante semanas o incluso meses. La duración prolongada suele estar asociada a una disfunción del sistema vestibular, fatiga crónica, desregulación autonómica o procesos inflamatorios del sistema nervioso. También es posible que el estrés y la ansiedad derivados de la enfermedad agraven la percepción del mareo. Para muchas personas, la recuperación completa requiere seguimiento médico, ejercicios de rehabilitación vestibular o tratamientos farmacológicos específicos. Es fundamental no subestimar estos síntomas si se mantienen más allá de la fase aguda.

¿Qué tomar para náuseas por COVID?

El tratamiento de las náuseas relacionadas con el COVID-19 depende de la causa subyacente. En los casos leves, pueden utilizarse medidas generales como una hidratación adecuada, infusiones suaves (jengibre, manzanilla) o dieta blanda. Si las náuseas son intensas o se acompañan de vómitos, el médico puede indicar el uso de antieméticos como metoclopramida o domperidona. Es importante evitar automedicarse, ya que algunos fármacos pueden interactuar con otros tratamientos para el COVID. Cuando las náuseas se asocian a mareos o vértigos, como en el caso del vértigo vestibular postviral, los tratamientos pueden incluir medicamentos antivertiginosos como la betahistina, así como ejercicios de rehabilitación vestibular. La evaluación médica individualizada es fundamental para encontrar el enfoque más adecuado según la causa y la intensidad del síntoma.

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