
La otitis serosa es una afección habitual en los niños que, en ocasiones, puede pasar muy desapercibida porque no provoca dolor ni fiebre. Solo en algunos casos aparecen infecciones asociadas, por lo que la pérdida de audición que genera puede ralentizar el proceso de aprendizaje del pequeño afectado.
La otitis serosa es una acumulación de líquido con aspecto mucoso en el oído medio que no suele ir acompañada de infección, por lo que no provoca ni dolores ni fiebre. Eso hace que esta afección en ocasiones sea más complicada de detectar, ante la ausencia de otros síntomas asociados.
El crecimiento excesivo de las conocidas popularmente como vegetaciones es la causa principal de la otitis serosa. Es así como se bloquea la trompa de Eustaquio, que debería eliminar la mucosidad del oído para evitar su acumulación. Como no puede hacerlo, esa mucosidad se acumula y provoca una disfunción. Apenas se producen síntomas asociados como en otros casos, ni infección, ni dolor, ni fiebre, ni supuración. Así que el síntoma casi exclusivo es la pérdida auditiva del paciente y la autofonia. Por todo ello, en el caso concreto de los niños puede ser difícil de detectar.
Los tratamientos pueden incluir los fármacos destinados a reducir la secreción de mucosidad, que no terminan de ser aceptados por todos los especialistas. La forma más habitual de enfrentarse a la Otitis serosa es la cirugía y la implantación de drenajes transtimpánicos, unos pequeños tubos que permiten la eliminación de esa mucosidad acumulada y que impiden que vuelva a concentrarse.
Esta afección en los niños tiene complicaciones añadidas. Por un lado, porque resulta más complicada de diagnosticar, debido a que no se perciben síntomas asociados además de la pérdida auditiva, lo que hace que pueda pasar desapercibida. Y, por otro lado, porque puede generar dificultades en el desarrollo del lenguaje.
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