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Llámanos 900 37 40 20Bienvenido a nuestro glosario. Aquí podrás encontrar muchos de los términos utilizados en el mundo de la audición. Desde la terminología relacionada con la audiología y las afecciones auditivas hasta los audífonos.
El acúfeno, o zumbido de oídos, es la sensación de ruido sin ninguna fuente externa perceptible. Se debe a la presencia continua de sonido a pesar de la inactividad coclear, el mecanismo responsable de detectar los sonidos externos.
Esta afección puede provocar
Una complicación frecuente del tinnitus es su interferencia a la hora de conciliar el sueño y descansar posteriormente, lo que puede aumentar la irritabilidad y alterar la capacidad del individuo para concentrarse en las tareas cotidianas. En consecuencia, la gravedad de esta afección puede afectar significativamente al bienestar general del paciente.
Un audífono es un dispositivo electrónico diseñado para amplificar o dirigir los sonidos, insertado en el conducto auditivo o colocado detrás de la oreja, con el propósito de mejorar la percepción auditiva en personas con pérdida auditiva. Son la solución más común para las deficiencias auditivas y se complementan con otros dispositivos, como implantes osteointegrados o cocleares, para satisfacer diversas necesidades auditivas. Proporcionan una mejora inmediata en la calidad de vida al restaurar el acceso al mundo sonoro, facilitando una audición más clara, comunicación mejorada y mayor participación en actividades diarias.
Los audífonos constan de tres componentes esenciales (micrófono, amplificador y altavoz), que captan, procesan y entregan sonidos al oído. No obstante, estos dispositivos son altamente personalizables y utilizan diversas tecnologías para adaptarse a las necesidades específicas de personas con distintos tipos de pérdida auditiva y estilos de vida.
Existen tres tipos predominantes de audífonos:
Cada tipo responde a necesidades distintas y permite diferentes niveles de adaptación según las preferencias individuales.
Un audiograma es un componente crucial de una evaluación auditiva exhaustiva, ya que proporciona información valiosa sobre la salud de tus oídos. Esencialmente, funciona como una representación visual de tu percepción auditiva, ilustrando cómo tu sensibilidad auditiva puede desviarse del rango típico a través de varias frecuencias. El audiograma traza sus niveles umbrales de audición, que representan la intensidad mínima a la que el oído humano puede detectar los sonidos.
Administrado por tu audiólogo o audiometrista, el audiograma integra los resultados de una serie de evaluaciones auditivas sencillas realizadas como parte de tu evaluación integral en Amplifon. Por ejemplo, una de las evaluaciones consiste en exponerte a sonidos de distintas frecuencias a través de auriculares, lo que permite medir con precisión tus capacidades auditivas en todo el espectro auditivo.
Además, se le realizará una prueba de logoaudiometría para evaluar su capacidad para comprender y repetir palabras habladas a diferentes volúmenes, determinando así su sensibilidad a los sonidos suaves del habla. Otra evaluación se centra específicamente en la cóclea, empleando una prueba de conducción ósea en la que se coloca un pequeño dispositivo contra el hueso mastoides para transmitir directamente ondas sonoras a la cóclea para su evaluación.
Una audiometría es una prueba diagnóstica diseñada para evaluar las capacidades auditivas de un individuo. Esta evaluación comprende diversos aspectos y puede consistir en múltiples exámenes, todos ellos no invasivos. Para evaluar exhaustivamente la audición, se examinan tres componentes clave:
Una audiometría completa suele constar de tres pasos distintos, cada uno de los cuales representa una prueba diferente:
El conjunto ofrece una valoración clara del nivel de audición y da pistas para posibles diagnósticos, además de proporcionar la información necesaria para determinar cuáles son las soluciones auditivas más adecuadas en caso de pérdida auditiva.
Los canales semicirculares, también conocidos como conductos semicirculares, son tres estructuras curvas en forma de tubo situadas en el oído interno. Como componentes integrales del sistema vestibular, estos canales contribuyen a la función del equilibrio. Formados por estructuras óseas con formaciones membranosas, los canales contienen fluidos y están revestidos de células ciliadas que facilitan la recogida y transmisión de información relacionada con la posición y el movimiento.
Esenciales para la regulación del equilibrio, los canales semicirculares desempeñan un papel fundamental en el sistema vestibular. En concreto, mantienen el equilibrio durante el movimiento corporal, complementando las funciones de otros órganos vestibulares como el utrículo y el sáculo, que actúan durante el reposo. El fluido de los canales transmite información espacial que los filamentos de las células ciliadas detectan y convierten en impulsos nerviosos que transmiten al cerebro. Cada canal, debido a su forma y orientación únicas, transmite información distinta sobre los planos de movimiento. En consecuencia, mediante la interpretación de estos datos, el cerebro establece la posición y el movimiento totales del cuerpo para regular el equilibrio.
Además de las malformaciones congénitas o las secuelas de traumatismos, hay varias enfermedades asociadas a los canales semicirculares. Algunos ejemplos comunes son:
Las células ciliadas, diminutas y delicadas, ubicadas dentro de los oídos, se activan por el líquido generado a partir de las vibraciones del tímpano y los huesos del oído interno. Este movimiento genera señales eléctricas que se envían al cerebro para su interpretación como sonido.
Localizadas en el órgano de Corti, las células ciliadas son esenciales para la detección del sonido en el oído interno. Se dividen en dos tipos: internas y externas, ubicadas de manera distinta y con respuestas diferentes según la intensidad del sonido. Estas células reciben su nombre por su apariencia, con estructuras filamentosas llamadas cilios, que actúan como receptores de las vibraciones. Su función principal es transformar las vibraciones sonoras en impulsos eléctricos que se transmiten al cerebro para facilitar la interpretación del sonido.
Las diferentes funciones de los dos tipos de células ciliadas en la detección del sonido son las siguientes:
La degeneración de las células ciliadas conduce a la pérdida auditiva neurosensorial o perceptiva. Los seres humanos tienen una cantidad limitada y relativamente pequeña de estas células, con alrededor de 3,500 células ciliadas internas y 12,500 células ciliadas externas. Estas células no se regeneran naturalmente, por lo que la pérdida de audición es irreversible cuando se dañan por la exposición a sonidos intensos. El mecanismo mediante el cual estas células captan los sonidos las hace susceptibles al daño; el movimiento de los cilios durante la conversión del sonido puede alterarse por ruidos excesivamente fuertes, causando daños. Además, el envejecimiento puede afectar la funcionalidad de los cilios de estas células. Se están desarrollando terapias para regenerar las células ciliadas, aunque también se utilizan implantes cocleares para tratar su deterioro.
El cerumen, comúnmente conocido como cera del oído, es una sustancia grasa y serosa producida por las secreciones de varias glándulas en el oído externo.
Generalmente, tiene un tono amarillento, aunque su color, cantidad y textura pueden variar no solo entre diferentes personas, sino también en la misma persona en distintos momentos. Estos cambios en el aspecto del cerumen pueden indicar procesos internos del oído, como obstrucciones, infecciones, exceso de humedad o acumulación de suciedad.
El cerumen desempeña un papel crucial en el mantenimiento de la salud auditiva, a pesar de que a menudo es visto con disgusto. Sus funciones incluyen:
La principal preocupación asociada con el cerumen es el riesgo de bloqueos. A diferencia de lo que se cree popularmente, esto no está necesariamente relacionado con la falta de higiene, sino que puede ser causado por prácticas de limpieza inadecuadas. Por ejemplo, el uso de bastoncillos de algodón puede empujar inadvertidamente el cerumen hacia el interior del conducto, provocando su compactación y obstrucción. Por lo tanto, se recomienda eliminar solo el cerumen visible en la entrada del conducto auditivo y no sondear el oído en profundidad.
Varios síntomas pueden indicar la presencia de una obstrucción:
En estos casos, se recomienda buscar ayuda de un especialista, ya que intentar eliminar los tapones en casa puede empeorar el problema. Normalmente, los profesionales pueden ayudar a disolver o extraer la obstrucción según sea necesario, con mínimas complicaciones.
La cóclea, una estructura en espiral similar a la concha de un caracol, se encuentra en el oído interno y está conectada al hueso temporal. Su distintiva forma ha llevado a que se le llame "caracol" en la anatomía del oído. Dentro de esta compleja estructura se halla el órgano de Corti, el centro de la función auditiva. La cóclea se comunica con el oído medio a través de dos aberturas membranosas, la ventana oval y la ventana redonda, que facilitan la transmisión del sonido y mantienen el equilibrio de presión entre los diferentes compartimentos del oído.
Como componente principal del oído interno para la audición, la cóclea interactúa con otras estructuras que regulan el equilibrio. Funcionalmente, se encarga de transmitir los impulsos sonoros desde el tímpano hasta el nervio auditivo. En su complejo sistema de tubos llenos de líquido y delimitados por membranas, las vibraciones sonoras se transforman en impulsos nerviosos. Este proceso depende en gran medida de las células ciliadas y del órgano de Corti. El sonido se transmite de la siguiente manera: las ondas sonoras llegan al oído y hacen vibrar la membrana del tímpano, que transfiere estas vibraciones a los huesecillos, los tres pequeños huesos. El estribo, el último de estos huesos, conecta con la ventana oval, el punto de entrada a la cóclea. La vibración resultante en la ventana oval pone en movimiento el líquido y los cilios. El movimiento de los cilios estimula a las células ciliadas para que envíen señales al cerebro a través de los nervios, las cuales se interpretan como sonido.
Los trastornos que afectan el oído interno suelen manifestarse como problemas de equilibrio, además de deficiencias auditivas. Sin embargo, algunas afecciones del sistema vestibular, encargado de regular el equilibrio, también pueden afectar a la cóclea e interrumpir la transmisión del sonido, causando pérdida de audición. Algunas de estas dolencias son:
La pérdida de audición causada por estas afecciones generalmente corresponde a sordera perceptiva o neurosensorial. En cambio, las complicaciones del oído medio suelen provocar una pérdida de audición conductiva o de transmisión. El tratamiento de estas lesiones a menudo incluye el uso de implantes osteointegrados para corregir parcialmente la disfunción coclear.
El colesteatoma es un quiste compuesto de tejido cutáneo que se forma en el oído medio y provoca diversos efectos adversos, entre ellos:
Se trata de un crecimiento no canceroso que se desarrolla como complicación de una infección persistente. Tras esta infección, las células del oído externo migran al oído medio, a menudo debido a la perforación del tímpano, donde quedan encapsuladas. Esto provoca un aumento de la presión en la zona y el desarrollo de síntomas perceptibles, que pueden empeorar sin un tratamiento adecuado. Descuidar el tratamiento puede hacer que el quiste se agrande aún más y provocar consecuencias más graves, como:
Excluyendo la porción visible del oído, el conducto auditivo externo representa el segmento más externo del oído, oculto a la vista. Formalmente definido, es el pasaje que se extiende desde el lóbulo de la oreja hasta el tímpano, facilitando la transmisión del sonido captado por el oído a los mecanismos encargados de su interpretación y envío al cerebro.
El conducto auditivo externo es la vía de entrada del sonido al sistema auditivo. Al estar orientado horizontalmente y adoptar una forma en "S", proporciona una ruta que no solo facilita la conducción del sonido, sino que también protege la membrana del tímpano. Este diseño asegura una recepción y transmisión óptimas del sonido:
Las complicaciones comunes asociadas con el conducto auditivo externo incluyen:
El decibelio es la unidad principal para medir la intensidad del sonido. Aunque la unidad básica es el bel, nombrado en honor a Graham Bell, en la práctica se utiliza el decibelio (una décima parte de un bel) como medida estándar. Representado por el símbolo dB, el decibelio no es un valor absoluto, sino que indica la relación entre dos niveles de presión sonora, por lo que se considera una medida relativa. Aun así, es útil para determinar los niveles sonoros adecuados en distintos contextos. No obstante, la intensidad del sonido no es el único factor que afecta nuestro sistema auditivo; la duración de la exposición también es crucial para prevenir posibles lesiones auditivas.
El umbral auditivo humano varía entre 0 y 25 dB para los sonidos más suaves que podemos escuchar y hasta 100 dB para sonidos que no deben ser tolerados por mucho tiempo. Aunque 0 dB representa el umbral de audición, este límite puede variar hasta 25 dB sin causar preocupación, dependiendo de la persona y las circunstancias.
Una escala de sonidos comunes podría ser algo así:
Además de los ruidos extremadamente fuertes, la exposición prolongada a sonidos intensos puede causar daños en el sistema auditivo, especialmente una pérdida auditiva gradual.
La capacidad de identificar, contrastar y diferenciar varios sonidos es fundamental para una audición efectiva y la comprensión del habla. Las deficiencias auditivas pueden afectar esta habilidad, especialmente en la distinción entre sonidos de alta y baja frecuencia. Esto puede hacer que algunas palabras sean más difíciles de distinguir que otras, lo que lleva a interpretaciones erróneas.
Las razones detrás de esta dificultad pueden ser diversas:
Explorar más a fondo estas razones puede ayudar a comprender mejor las dificultades que enfrentan las personas con perdida auditiva en la interpretación del habla y a desarrollar estrategias para abordarlas de manera efectiva. Esto puede incluir el uso de dispositivos de asistencia auditiva, técnicas de comunicación específicas y programas de rehabilitación auditiva.
La endolinfa y la perilinfa, conocidas como fluidos laberínticos, rodean la región laberíntica del oído interno. Estos fluidos llenan varios canales dentro de la cóclea y el laberinto, desempeñando roles cruciales en la percepción auditiva y la regulación del equilibrio. La perilinfa se encuentra en dos áreas de la cóclea: la scala vestibularis y la scala tympani. Aunque su composición es similar, provienen de diferentes fuentes. En contraste, la endolinfa, que se origina a partir de la perilinfa, se encuentra en el laberinto membranoso, incluyendo los canales semicirculares, el utrículo, el sáculo y la cóclea. Su volumen se regula mediante absorción en el saco endolinfático.
Ambos fluidos son esenciales para el funcionamiento del oído interno, cruciales para la audición y el equilibrio, ya que las células ciliadas sumergen sus filamentos en estos fluidos para recoger información de los estímulos auditivos y vestibulares. Las funciones principales de estos fluidos laberínticos son:
Las enfermedades relacionadas con la endolinfa y la perilinfa suelen ser trastornos que afectan a los fluidos laberínticos del oído interno. Las principales incluyen:
El estribo es uno de los tres huesecillos de la cadena auditiva responsables de la transmisión del sonido. Es el hueso más pequeño del cuerpo humano, ya que mide menos de 3 milímetros. Situado en el oído medio, debe su nombre a su forma de estribo, similar a la del estribo de una silla de montar. También conocido como estapedio, es el último eslabón de la cadena osicular para la transmisión del sonido. Se conecta al yunque por un extremo y a la ventana oval, que da acceso a la cóclea, por el otro.
El estribo desempeña un papel crucial en la transmisión de la información sonora a través de una serie de conexiones óseas y membranosas. Las vibraciones del tímpano inducidas por las ondas sonoras pasan al martillo, luego al yunque y, por último, al estribo, que presiona contra la membrana de la ventana oval. Esta acción pone en movimiento el líquido coclear, que transmite la información auditiva a través del oído interno al nervio auditivo, que a su vez transmite los impulsos al cerebro. Este efecto en cascada garantiza la transmisión mecánica del sonido de un componente a otro, optimizando la transmisión de la información y salvaguardando al mismo tiempo la integridad de los órganos implicados. Alojado en la cavidad timpánica, el estribo está protegido por el tímpano y su diseño favorece la amplificación del sonido.
A pesar de la precisión y delicadeza de las conexiones dentro de la cadena osicular, las enfermedades que afectan a esta estructura son específicas, entre ellas:
Los medicamentos ototóxicos se refieren a fármacos que contienen ingredientes activos capaces de inducir problemas de pérdida auditiva. Algunos de estos medicamentos pueden provocar dificultades auditivas temporales, que suelen resolverse al dejar de tomarlos. En estos casos, la audición suele recuperarse por completo una vez que se deja de tomar la medicación. Por el contrario, algunos fármacos ototóxicos pueden provocar una pérdida auditiva progresiva, con daños irreversibles en el oído interno. Estos medicamentos suelen acelerar la degeneración de las células ciliadas, disminuyendo así la capacidad auditiva. Además, la incapacidad de estas células para regenerarse complica el proceso de recuperación.
Los antibióticos específicos y los medicamentos recetados para el tratamiento de afecciones graves como ciertos tipos de cáncer, trastornos cardiovasculares o enfermedades renales se encuentran entre los fármacos conocidos por causar potencialmente pérdida auditiva como efecto secundario. Los niños y los ancianos son especialmente vulnerables a estos efectos adversos.
La fonofobia no es precisamente un trastorno del sistema auditivo, sino que tiene un aspecto psicológico o conductual. Supone un temor irracional a los ruidos fuertes o bruscos, por lo que no se deriva de ningún mal funcionamiento del sistema auditivo.
La fonofobia no debe confundirse con la respuesta de sobresalto que suele provocar un ruido fuerte o un sonido inesperado, como una bocina, por ejemplo, ni con una mayor sensibilidad a los sonidos (hiperacusia). En este caso, las personas afectadas de fonofobia viven con un miedo constante a encontrarse con sonidos que desencadenan el pánico, de ahí que se clasifique como fobia. En consecuencia, los pacientes pueden desarrollar aprensión hacia fuentes comunes de ruidos fuertes o repentinos, que van desde los sistemas de anuncios públicos hasta los atascos de tráfico, las alarmas o los altavoces. Estas ansiedades pueden influir significativamente en el comportamiento y el estilo de vida de los afectados.
En términos técnicos, la frecuencia de un sonido se define como el número de ciclos de una onda sonora que se producen en un segundo, lo que representa esencialmente la longitud de onda de un sonido. En el lenguaje común, las frecuencias altas corresponden a sonidos agudos, como un chillido o un silbido, mientras que los sonidos de baja frecuencia, como el ruido de un bombo o un trueno, se consideran sonidos graves. Este aspecto del sonido también se conoce como tono y se mide en hercios (Hz). Es uno de los factores, junto con la intensidad o el volumen, que se deben considerar al evaluar la capacidad auditiva de una persona.
El umbral auditivo humano para la frecuencia oscila entre 20 Hz y 20.000 Hz. Las frecuencias por debajo de 20 Hz se clasifican como infrasonidos, que son inaudibles para los humanos pero detectables por animales como topos o elefantes. Del mismo modo, los sonidos por encima de 20.000 Hz se consideran ultrasonidos y están fuera del rango auditivo humano; sin embargo, son perceptibles por animales como perros y gatos. A frecuencias aún más altas, superiores a 40.000 Hz, se vuelven audibles para otros animales como murciélagos o delfines.
La pérdida auditiva conductiva se refiere a la dificultad o incapacidad para que las señales sonoras se transmitan eficazmente desde el oído externo y medio hasta el oído interno, lo que complica o impide la percepción del sonido. Esta interrupción en la transmisión puede ser causada por diversos factores, algunos temporales y otros permanentes. Una causa común de pérdida auditiva conductiva es la acumulación de cerumen y la formación de tapones, que generalmente tienen soluciones sencillas. Sin embargo, existen condiciones subyacentes más graves que pueden causar esta pérdida auditiva, como:
La cadena osicular, conformada por el martillo, el yunque y el estribo, es un componente esencial del oído medio que transmite los impulsos sonoros desde el tímpano hasta el oído interno. Estos huesecillos, siendo los más pequeños del cuerpo humano, juegan un papel crucial en la transmisión precisa de las vibraciones sonoras.
Cuando el tímpano resuena con las ondas sonoras captadas por el pabellón auricular, la cadena osicular entra en acción: el martillo transmite las vibraciones al yunque, que a su vez las pasa al estribo. Este último hueso hace contacto con la ventana oval del oído interno, generando vibraciones que se transmiten a través de la cóclea, donde el nervio auditivo lleva estas señales al cerebro para su interpretación.
Las afecciones relacionadas con la cadena osicular pueden alterar este proceso de transmisión de sonido:
El diagnóstico y tratamiento adecuados son esenciales para abordar estas afecciones y preservar la función auditiva. En algunos casos, puede ser necesaria la intervención quirúrgica para corregir problemas estructurales en la cadena osicular y restaurar la audición.
Un implante coclear representa una solución electrónica para casos concretos de pérdida auditiva. Aunque ofrece diversas funcionalidades, está especialmente indicado para personas con lesiones en el oído interno. Los audífonos convencionales pueden resultar ineficaces en estos casos, ya que la deficiencia radica en el procesamiento del sonido. Sin embargo, los implantes cocleares pueden sustituir la función del oído interno, facilitando el restablecimiento de la audición. A diferencia de los audífonos, que amplifican el sonido, los implantes cocleares transmiten el sonido directamente al nervio auditivo y posteriormente al cerebro.
Estos implantes suscitan cierta reverencia debido a la necesidad de su colocación quirúrgica y a la delicada tecnología que conllevan. No obstante, ofrecen soluciones para casos de pérdida auditiva que no se resuelven por otros medios. Los implantes cocleares constan de dos componentes: un procesador de sonido externo y un receptor interno que se inserta en el oído interno mediante una sencilla intervención quirúrgica. El procesador externo, situado detrás de la oreja, capta el sonido y lo codifica digitalmente antes de transmitirlo al dispositivo interno. Dentro del dispositivo, estas señales se convierten en impulsos eléctricos que estimulan directamente el nervio auditivo. En consecuencia, el nervio transmite estos impulsos al cerebro, donde se interpretan como sonido.
Adaptarse a un implante coclear requiere cierta atención, sobre todo en lo que se refiere a la adaptación a la audición recuperada y al cuidado del dispositivo. Aunque el implante permite llevar un estilo de vida normal, se recomienda precaución en actividades como los deportes de contacto para evitar posibles daños en el dispositivo
Un implante osteointegrado es un aparato electrónico diseñado como una solución auditiva para personas que presentan pérdidas de audición debido a problemas en el oído externo o medio. Este dispositivo garantiza la transmisión de la información sonora directamente a la cóclea, situada en el oído interno, permitiendo que esta procese los impulsos y los traslade al cerebro.
Este tipo de solución auditiva es altamente recomendable en situaciones donde el oído externo o medio está dañado, mientras que la cóclea funciona correctamente. Ejemplos de tales situaciones incluyen:
Los implantes osteointegrados son una solución eficaz en estos casos, ya que superan la incapacidad del oído externo o medio para transmitir los impulsos sonoros. Estos implantes están formados por tres componentes principales:
La transmisión del sonido se realiza mediante conducción ósea en lugar de conducción aérea. Dependiendo de las necesidades del usuario y del dispositivo específico, la conducción ósea se puede lograr mediante el contacto directo con la piel o a través de un pequeño tornillo implantado en el hueso mastoides. Esto permite una transmisión eficaz del sonido directamente al oído interno, proporcionando una solución efectiva para quienes no pueden beneficiarse de los audífonos convencionales debido a daños en el oído externo o medio.
La laberintitis es una inflamación del laberinto, el sistema ubicado en el oído interno encargado de regular la función del equilibrio. Esta hinchazón afecta comúnmente a los nervios en el oído interno. La consecuencia más frecuente de esta afección es la alteración del equilibrio, manifestada como vértigo, pero también puede causar una pérdida auditiva severa.
Esta dolencia suele originarse en procesos infecciosos del sistema respiratorio, especialmente en las vías respiratorias superiores, como la gripe o el resfriado común. Sin embargo, también puede ocurrir después de episodios alérgicos u otras infecciones como las paperas o ciertos tipos de herpes.
El laberinto, una intrincada estructura en el oído interno, comprende dos componentes principales: el laberinto anterior y el posterior. El primero se refiere a la cóclea, responsable de la función auditiva, mientras que el segundo abarca el sistema vestibular, incluyendo los conductos semicirculares, el sáculo y el utrículo, encargados del equilibrio. Esta estructura se divide en el laberinto óseo, la base ósea, y el laberinto membranoso, que sostiene la actividad biológica.
En el laberinto se encuentran las funciones auditivas y de equilibrio:
Las enfermedades del laberinto pueden afectar tanto a la audición como al equilibrio, y a menudo influyen en ambos:
La lengua de signos es un sistema de comunicación compuesto por gestos y expresiones visuales, que se rige por una gramática propia y completa. Se utiliza habitualmente con personas que tienen alguna limitación sensorial, especialmente en la audición o el habla, aunque también puede ser empleado por otras personas que, por diversas razones, no dominan el lenguaje oral.
La lengua de signos no es un lenguaje universal, ya que existen múltiples comunidades lingüísticas. No hay una equivalencia directa con los territorios de los Estados ni una relación con las lenguas orales, dado que las diferentes lenguas de signos se han desarrollado y evolucionado de manera natural en distintas comunidades lingüísticas.
La lengua de signos utiliza una variedad de elementos además de los gestos y las expresiones visuales, incluyendo movimientos específicos de la cara, los labios y la lengua, para conformar una gramática completa.
Existe una variante diseñada para la comunicación con personas sordociegas, en la que los gestos son táctiles y se realizan en la palma de la mano. En este caso, se trazan símbolos y signos en la palma, y este sistema se denomina dactilológico.
El martillo, uno de los tres huesecillos del oído medio, desempeña un papel crucial en la conducción del sonido hacia el oído interno. Al estar posicionado cerca del tímpano, recibe las primeras vibraciones que pasan a través de la cadena osicular. Como el hueso más grande de los tres, es esencial en este proceso auditivo.
La función principal del martillo es transferir las vibraciones sonoras desde el tímpano al yunque, iniciando así la transmisión de impulsos a lo largo de la cadena osicular. Sin embargo, su papel específico está integrado en la función más amplia de esta cadena en el proceso auditivo. Las vibraciones del tímpano generadas por las ondas sonoras pasan al martillo, luego al yunque y finalmente al estribo, que hace contacto con la membrana de la ventana oval, iniciando el movimiento del líquido en la cóclea para transmitir la información auditiva al nervio auditivo y, posteriormente, al cerebro. La posición del martillo en este proceso subraya la complejidad de la cadena osicular, que conecta una membrana (el tímpano) con un hueso (el yunque).
Aunque las conexiones dentro de la cadena osicular son complejas, las enfermedades relacionadas con esta estructura tienen manifestaciones específicas:
El hueso mastoideo, también conocido como apófisis mastoides, se encuentra en la parte posterior e inferior del pabellón auricular, es decir, detrás de la oreja y justo detrás del canal auditivo. Es una extensión del hueso temporal, uno de los huesos que forman el cráneo. El término "apófisis" se refiere a la superposición de huesos, mientras que "mastoides" designa la parte inferior del hueso temporal, aproximadamente a la altura del lóbulo de la oreja.
Aunque el hueso mastoideo no tiene una relación directa con la audición, sirve como punto de anclaje para importantes músculos del cuello, como el esplenio y el esternocleidomastoideo, que son cruciales para los movimientos de la cabeza. Sin embargo, su proximidad al sistema auditivo y la posibilidad de que ciertas enfermedades del mastoideo afecten la audición establecen una conexión indirecta.
Las enfermedades relacionadas con el hueso mastoideo pueden afectar el aparato auditivo, aunque el mastoideo no desempeñe un papel directo en la audición:
Cuando las infecciones del mastoideo requieren extracción quirúrgica, la operación se realiza desde la parte posterior de la oreja, lo que puede afectar el conducto auditivo externo.
Es crucial entender las distinciones entre la misofonía, la hiperacusia y la fonofobia para poder abordar adecuadamente cada condición. La misofonía se caracteriza por una aversión intensa a sonidos específicos, generalmente repetitivos, que pueden interferir significativamente con el funcionamiento diario de una persona. Por otro lado, la hiperacusia implica una sensibilidad excesiva a los sonidos en general, lo que puede causar molestias incluso ante ruidos de bajo nivel. La fonofobia, por su parte, se refiere a un miedo o pánico extremo asociado con la exposición a ciertos sonidos.
Cada una de estas condiciones puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de quienes las experimentan, por lo que es importante buscar ayuda profesional si se presentan síntomas que sugieren alguna de estas afecciones. Un diagnóstico preciso puede facilitar el desarrollo de estrategias de manejo efectivas para minimizar el impacto de estos trastornos en la vida cotidiana.
El nervio auditivo, también conocido como nervio vestibulococlear o nervio estatoacústico, es esencial para la audición y el equilibrio. Este par de nervios dentro del cráneo, junto con otros doce, comprende el nervio coclear, responsable de la audición, y el nervio vestibular, responsable del equilibrio.
En el proceso auditivo, el nervio auditivo recibe información de las ondas sonoras captadas por el pabellón auricular, la cual se transmite a través del oído externo y medio hasta llegar al oído interno. Allí, los impulsos mecánicos se convierten en impulsos eléctricos y se transmiten al cerebro a través del nervio coclear para su interpretación.
En cuanto al equilibrio, el sistema vestibular detecta la posición y el movimiento del cuerpo mediante fluctuaciones de fluidos en el laberinto del oído interno. Estos movimientos se convierten en impulsos y se transmiten al cerebro a través del nervio vestibular.
Dos afecciones importantes relacionadas con el nervio auditivo son el neurinoma del acústico o schwanoma vestibular, un tumor benigno que afecta las células de Schwann que recubren el nervio vestibular, y las consecuencias de la presbiacusia, que pueden estar relacionadas con el deterioro del nervio auditivo debido al envejecimiento. Estos trastornos pueden afectar tanto la audición como el equilibrio y pueden requerir tratamiento médico específico según su gravedad.
El oído externo despliega un papel fundamental en la captación y conducción inicial de los sonidos hacia los órganos auditivos internos. Este comprende el pabellón auricular, el conducto auditivo externo y el tímpano, y es la parte más visible y accesible del sistema auditivo humano.
El pabellón auricular, con su estructura única y la configuración del conducto auditivo externo, funciona en conjunto para recoger y dirigir los sonidos hacia el interior del oído. Esta configuración actúa como una especie de embudo, mejorando la recepción de los sonidos y dirigiéndolos hacia el canal auditivo.
El conducto auditivo externo no solo dirige los sonidos hacia el tímpano, sino que también amplifica las ondas sonoras, mejorando así la calidad de la información sonora captada del entorno.
El cerumen, o cera del oído, desempeña un papel crucial en la protección del oído externo. Esta secreción lubrica y protege el canal auditivo, evitando la entrada de cuerpos extraños y microorganismos que podrían causar infecciones o lesiones.
Las enfermedades más comunes relacionadas con el oído externo incluyen la otitis externa, una infección del conducto auditivo; los tapones de cerumen, que obstruyen el canal auditivo; y la pericondritis, una inflamación de la piel que rodea el cartílago del pabellón auricular. También existen condiciones congénitas, como la microtia y la atresia auris, que afectan el desarrollo del oído externo y pueden requerir intervención médica. Es importante prestar atención a cualquier síntoma relacionado con el oído externo y buscar atención médica si es necesario para prevenir complicaciones.
El oído interno desempeña un papel crucial en la audición y el equilibrio, siendo responsable de transformar estímulos mecánicos en impulsos eléctricos que el cerebro puede interpretar. Este sistema complejo consta de la cóclea, que procesa la información auditiva, y el sistema vestibular, que regula el equilibrio. Ambos están conectados a nervios específicos: el nervio coclear para la cóclea y el nervio vestibular para el sistema vestibular, que se fusionan para formar el nervio auditivo.
La cóclea convierte las ondas sonoras en impulsos eléctricos mediante células ciliadas y fluidos que vibran en respuesta a las ondas sonoras. Estos impulsos son transmitidos al cerebro a través del nervio auditivo para su interpretación auditiva.
Por otro lado, el sistema vestibular detecta los movimientos del cuerpo y la posición espacial mediante el líquido que fluye en el laberinto del oído interno. Las células ciliadas en el sistema vestibular convierten estos movimientos en impulsos eléctricos, que también se transmiten al cerebro a través del nervio auditivo.
El mal funcionamiento del oído interno puede dar lugar a diversas afecciones que afectan tanto a la audición como al equilibrio. Algunas de estas afecciones incluyen el síndrome de Ménière, que se caracteriza por vértigo, pérdida auditiva y zumbido en los oídos; la laberintitis, que es una inflamación del laberinto que puede causar vértigo y pérdida auditiva; el vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB), que provoca episodios de vértigo intenso con movimientos específicos de la cabeza; y el neurinoma del acústico o schwannoma vestibular, que es un tumor benigno que afecta al nervio vestibular.
Además, el síndrome de Ramsay Hunt o herpes zoster ótico, la neuritis vestibular y los trastornos causados por medicamentos ototóxicos también pueden afectar la función del oído interno y provocar síntomas auditivos y vestibulares. Es importante buscar atención médica si se experimentan síntomas relacionados con el oído interno para obtener un diagnóstico preciso y un tratamiento adecuado.
El tímpano marca el principio del oído medio en el recorrido de los impulsos sonoros hacia el oído interno. La mayor parte de esta sección intermedia del aparato auditivo está formada por la cavidad timpánica, dentro de la cual se encuentra la cadena de huesecillos. Este sistema de huesos interconectados, formado por el martillo, el yunque y el estribo, es una pieza clave en la transmisión del sonido.
Por otro lado, el oído medio también es el espacio donde se encuentra la trompa de Eustaquio, un conducto que conecta el oído con la nariz y que permite la ventilación del aparato auditivo y el equilibrio de la presión en esta zona del oído.
La función fundamental del oído medio es la transmisión de la información sonora entre el espacio de captación de esta información, que es el oído externo, y la parte en la que los estímulos se procesan, que es el oído interno. De esta manera, el oído medio es un paso de transición, pero juega el delicado papel de garantizar una conducción correcta de esa información.
Las complejas conexiones de la cadena de huesecillos se encargan de esa conducción. Las ondas sonoras captadas provocan vibraciones en la membrana timpánica, y estos movimientos se traspasan al martillo, el primero de los huesos de la cadena. De ahí, las vibraciones se transfieren al yunque y de este al estribo. El estribo transmite los movimientos a la ventana oval, que es el punto de acceso de la información a la cóclea, ya parte del oído interno, donde será procesada convenientemente.
Sin embargo, estas transferencias de información se producen a través de un sutil sistema de conexiones entre los huesos que requieren condiciones muy concretas para que la transmisión sea adecuada. La trompa de Eustaquio es el órgano que garantiza que la presión dentro de la cavidad timpánica sea la adecuada para que las vibraciones se transfieran correctamente a través de la cadena de huesecillos. Para conseguirlo, equilibra esa presión a través de la conexión con la nariz.
Las enfermedades relacionadas con el oído medio más habituales son las otitis o infecciones, pero no son las únicas.
Las dolencias más frecuentes son las siguientes:
El Órgano de Corti se encuentra dentro de la cóclea, la parte del oído interno encargada de la función auditiva. Es una estructura compleja donde se produce la traducción de la información sonora desde impulsos mecánicos, que llegan del entorno, a impulsos eléctricos, que se transmiten al cerebro.
Este proceso se desarrolla gracias a la interacción de varios elementos que forman el Órgano de Corti, entre ellos, principalmente las 20,000 células ciliadas de dos tipos diferentes, los fluidos laberínticos, la membrana tectorial, las células de soporte y las fibras nerviosas. Las células ciliadas tienen la particularidad de no regenerarse, por lo que su deterioro y pérdida de función son irreversibles.
El Órgano de Corti realiza una de las funciones más sorprendentes del aparato auditivo. En su interior, se convierte la información sonora, que llega en forma de vibraciones, a impulsos eléctricos que los nervios pueden transportar al cerebro para su interpretación.
Este proceso ocurre a través de un mecanismo biológico extremadamente afinado. Los dos tipos de células ciliadas en el Órgano de Corti responden a diferentes frecuencias de sonido captando sutiles movimientos a través de sus filamentos. Las vibraciones sonoras provocan variaciones en los fluidos laberínticos que bañan los conductos del Órgano de Corti. Estos fluidos mueven la membrana tectorial, que a su vez, mueve los filamentos de las células ciliadas. Las fibras nerviosas conectadas a estas células captan esas reacciones en forma de impulsos eléctricos y los transmiten al cerebro.
Las afecciones relacionadas con el Órgano de Corti suelen estar vinculadas al deterioro de las células ciliadas, y a veces se les llama cortipatía. La incapacidad de las células ciliadas para regenerarse introduce una cierta precariedad en el funcionamiento de este órgano, ya que los problemas en su funcionamiento son habitualmente irreversibles.
Los motivos del deterioro de las células ciliadas pueden ser diversos:
La otalgia, o dolor de oído, puede tener diversas causas y se divide en dos tipos principales: primaria y secundaria.
El diagnóstico preciso de la otalgia y su origen es crucial para determinar el tratamiento adecuado. En algunos casos, puede requerir la intervención de un médico especialista en oídos, nariz y garganta (otorrinolaringólogo), mientras que en otros casos, el tratamiento puede ser administrado por un dentista, un médico de atención primaria o un especialista en medicina general.
La otitis media aguda es una dolencia prevalente entre los lactantes y los niños, sobre todo entre 0 y 7 años, aunque puede afectar a individuos de edades superiores. Se trata de una infección del oído medio provocada por un virus o una bacteria. La mayor susceptibilidad a la otitis media aguda en la primera infancia se atribuye al proceso de maduración de la trompa de Eustaquio. Durante este periodo, la trompa de Eustaquio tiende a obstruirse, lo que provoca la acumulación de un exceso de líquido en el oído medio y una mayor vulnerabilidad a las infecciones.
La otitis media crónica, por su parte, supone una infección persistente o recurrente del oído medio, lo que la distingue de la forma aguda. Mientras que la otitis media aguda suele desarrollarse rápidamente y resolverse en dos o tres días, la otitis media crónica persiste en el tiempo o se repite de forma intermitente. Esta cronicidad da lugar a síntomas ligeramente diferentes y, lo que es más importante, puede provocar complicaciones más graves, sobre todo en lo que respecta al grado de discapacidad auditiva.
La otitis media supurativa representa una manifestación específica de la infección del oído medio. Esta afección suele surgir como complicación de una otitis media o debido a una obstrucción de la trompa de Eustaquio. Una indicación distintiva es la secreción de líquido purulento del oído, a menudo acompañado de un olor pronunciado. La otitis media supurativa se produce con frecuencia junto con la perforación del tímpano como consecuencia de una otitis media exacerbada.
La otomicosis es una infección de la piel que recubre el conducto auditivo externo, una variante de la otitis externa caracterizada por la presencia de hongos.
Ciertas condiciones ambientales, como la humedad elevada y las temperaturas elevadas, crean entornos propicios para la proliferación de hongos. No secar bien la zona del oído después del baño puede contribuir a la infección en estas circunstancias. Además, la introducción de objetos extraños en el oído y el uso prolongado de antibióticos, que debilitan las defensas innatas del organismo, pueden facilitar la proliferación de hongos. Además, las personas con ciertas afecciones dermatológicas, como dermatitis, psoriasis o eczema, corren un mayor riesgo de desarrollar otomicosis.
La otosclerosis es un crecimiento óseo anormal en el oído medio que impide que los huesecillos transmitan adecuadamente las vibraciones del sonido, causando pérdida auditiva. Aunque la causa exacta de esta afección no se ha determinado con certeza, se considera que la mayoría de los casos tienen un origen hereditario. También se han señalado otras posibles causas, como complicaciones de ciertas enfermedades infecciosas o reacciones durante la gestación, aunque estos casos son muy específicos.
En cualquier caso, la otosclerosis es la causa más común de pérdida auditiva en adultos jóvenes. El crecimiento óseo en el oído medio suele inmovilizar el estribo, lo que impide que reaccione a las vibraciones de manera normal y, por lo tanto, interrumpe la transmisión de los impulsos necesarios para percibir el sonido.
El pabellón auricular, también conocido como aurícula u oreja, es la parte más externa del aparato auditivo y la única visible a simple vista. Consiste en una estructura cartilaginosa cubierta de piel, con una forma ovalada y una serie de prominencias helicoidales que permiten recibir un amplio espectro de ondas sonoras y canalizarlas hacia el interior del oído a través del conducto auditivo externo.
El pabellón auricular, junto con el conducto auditivo, forma el oído externo. Aunque los surcos, prominencias y depresiones de la superficie de la oreja pueden parecer arbitrarios, en general, se distinguen diferentes zonas que cumplen funciones específicas en la captación del sonido.
El pabellón auricular tiene una función esencial en la captación del sonido, actuando como la antena del cuerpo humano. Es el primer órgano que recibe la información sonora del entorno y la dirige hacia el interior del aparato auditivo.
Las ondas sonoras son “capturadas” por las protuberancias de las orejas y, gracias a su diseño helicoidal, son encaminadas hacia el canal auditivo. De esta manera, el pabellón auricular permite captar mucha más información que si los estímulos sonoros se introdujeran directamente por un orificio hacia el conducto auditivo.
Existen principalmente dos tipos de enfermedades relacionadas con el pabellón auricular: las malformaciones y las afecciones cutáneas:
Deficiencia auditiva caracterizada por dificultades para discernir conversaciones a bajo volumen y en entornos ruidosos. Esta afección está relacionada con una menor receptividad a los sonidos de alta frecuencia, pero también puede afectar a la audición en todos los rangos de frecuencia.
La perforación de la membrana timpánica se refiere a un desgarro o agujero en el tímpano, a menudo resultado de una infección en el oído medio donde los fluidos acumulados ejercen presión hasta que el tímpano se rompe. También puede producirse por un traumatismo, como la introducción de un objeto extraño, un impacto contundente, la exposición a ruidos extremadamente fuertes, como explosiones, o un cambio brusco de presión que afecte a ambos lados de la membrana.
Esta lesión, que suele ir acompañada de dolor, provoca alteraciones en el sistema auditivo. El tímpano actúa como una cabeza de tambor, vibrando en respuesta a las ondas sonoras. Sin embargo, cuando sufre algún tipo de daño, estas vibraciones dejan de corresponder con precisión a los estímulos sonoros debido a la falta de tensión necesaria en la membrana.
La pericondritis es una infección del tejido que envuelve el cartílago de la oreja. Suele clasificarse como otitis externa, ya que afecta al pabellón auricular, un componente del oído externo. Entre los desencadenantes habituales de estas infecciones se incluyen:
Además, las personas con sistemas inmunitarios comprometidos, trastornos inflamatorios o diabetes también pueden ser susceptibles a este tipo de infecciones.
La presbiacusia se manifiesta cuando una persona experimenta una disminución gradual de su agudeza auditiva, que suele atribuirse al proceso natural de envejecimiento que afecta al sistema auditivo. Aunque el avance de la edad es la causa principal de este deterioro progresivo de la audición, la degeneración del sistema auditivo también puede deberse a otros factores, como los siguientes:
La acumulación excesiva de líquido endolinfático en el oído interno altera el correcto funcionamiento del laberinto, lo que provoca problemas de equilibrio y deficiencias auditivas. Esta afección, conocida como síndrome de Ménière, carece de una causa definitiva.
El sistema laberíntico, responsable de mantener el equilibrio, interpreta las sensaciones procedentes del líquido endolinfático presente en su interior. Sin embargo, cuando hay un aumento descontrolado del volumen de este líquido, estas funciones se ven obstaculizadas, provocando vértigo o mareos. Además, dado que el oído interno procesa los estímulos sonoros, su disfunción contribuye a una pérdida auditiva significativa.
Las acumulaciones de cerumen, o tapones de cera, se producen cuando esta sustancia se acumula en el oído, lo que provoca dificultades auditivas. En realidad, el cerumen está formado por una mezcla de secreciones de varias glándulas del oído externo y desempeña una función protectora crucial. Hidrata y lubrica el oído, evita la irritación inducida por la humedad o el agua, atrapa el polvo u otras partículas, protegiendo el oído de posibles problemas, y protege contra la invasión bacteriana y microbiana.
El conducto auditivo expulsa de forma natural y periódica el exceso de cerumen, que puede eliminarse fácilmente mediante una limpieza superficial. Sin embargo, determinadas circunstancias pueden impedir esta expulsión, dando lugar a la acumulación de cerumen endurecido, combinado con polvo, residuos o restos de piel, formando un tapón que obstruye la transmisión normal del sonido a través del conducto.
La membrana timpánica, comúnmente llamada tímpano, es una membrana delgada y frágil situada al final del conducto auditivo externo. Actúa como una barrera entre el oído externo y el oído medio, aunque técnicamente se encuentra en este último. Además de responder a las vibraciones de las ondas sonoras, cierra la cavidad timpánica, protegiendo los mecanismos de transmisión del oído medio de elementos externos. Sin el tímpano, otros componentes del oído, incluidos los más delicados, estarían completamente expuestos, como por ejemplo a la entrada de agua.
El tímpano desempeña un papel crucial en la transmisión del sonido, contribuyendo al complejo proceso de convertir las ondas sonoras, recogidas por la oreja, en impulsos nerviosos que se envían al cerebro para su interpretación. Es el punto inicial del oído donde las ondas sonoras inducen vibraciones en la membrana. Estas vibraciones se transmiten luego a través de diversos órganos hasta llegar al oído interno.
Las afecciones relacionadas con el tímpano incluyen principalmente la perforación de la membrana, o en etapas iniciales, la inflamación o cualquier lesión que no cause ruptura. Las causas de estas afecciones varían e incluyen:
Los síntomas de una perforación del tímpano incluyen:
La trompa de Eustaquio, que mide entre 3,5 y 4 centímetros de longitud, es un conducto que une las fosas nasales con el oído medio. También llamada trompa auditiva, posee aberturas que conectan tanto con la cavidad timpánica como con las fosas nasales, y su superficie está recubierta por una mucosa similar a la de las fosas nasales, creando una zona de transición.
Funcionalmente, la trompa de Eustaquio actúa como un conducto de ventilación, desempeñando tres papeles vitales:
Habitualmente, la obstrucción de la trompa de Eustaquio se produce por dificultades para drenar correctamente las sustancias procedentes de las fosas nasales. Las principales causas de esta disfunción incluyen:
La obstrucción de la trompa de Eustaquio se produce predominantemente durante la infancia, lo que contribuye a las infecciones de oído recurrentes. Esta susceptibilidad se deriva de factores anatómicos; en los niños, la trompa de Eustaquio es más corta, más estrecha y menos inclinada, lo que la hace más propensa a la acumulación de mucosidad durante los episodios de resfriados, congestión o infecciones respiratorias. En consecuencia, pueden producirse obstrucciones, con la posibilidad de que las secreciones lleguen al oído, provocando infecciones del oído medio.
La ventana oval es una de las membranas de la cóclea. Sirve de punto de entrada para transmitir la información sonora al órgano encargado de convertirla en señales eléctricas. Situado junto a la superficie externa de la ventana oval, el estribo transmite las vibraciones que han atravesado la cadena osicular. En el lado opuesto de esta membrana se encuentra el líquido coclear, que resuena con las vibraciones transmitidas.
Una característica interesante de la ventana oval es su papel en el cambio del medio a través del cual viajan los impulsos sonoros. Mientras que las vibraciones se propagan a través de un medio aéreo hasta alcanzar el estribo, pasan a un medio líquido más allá de la ventana oval. Además, la superficie de la ventana oval es notablemente menor que la del tímpano, por lo que las vibraciones transmitidas ejercen mayor fuerza sobre la ventana oval.
La ventana oval representa otra etapa en la transmisión de los impulsos sonoros a través del sistema auditivo, con características distintivas:
Aunque no es frecuente identificar afecciones específicas de la ventana oval, las enfermedades que afectan al oído medio y, más concretamente, a la cadena osicular pueden afectar potencialmente a esta membrana. Esta susceptibilidad surge de su contacto directo con el estribo, donde cualquier variación o desviación de este hueso podría afectar a su función, así como a su papel en la formación de los límites de la cavidad timpánica.
El vértigo periférico se refiere a la sensación de movimiento que experimentan las personas que lo padecen o su entorno. A menudo, los afectados perciben que giran, que la habitación se mueve o que el suelo se inclina, a pesar de que ninguna de estas situaciones es real. El vértigo está estrechamente relacionado con el sistema vestibular, que rige el equilibrio y reside en el oído interno. Concretamente, el vértigo periférico se produce cuando se ve afectado el laberinto o el nervio vestibular. En cambio, el mareo puede deberse a otras causas.
El vértigo periférico puede manifestarse en forma de episodios intensos y relativamente breves, conocidos como crisis, que pueden ser muy debilitantes. En realidad, el vértigo periférico suele indicar afecciones subyacentes, y a menudo aparece junto con dolencias como:
El vestíbulo constituye un segmento del laberinto óseo situado en el oído interno. Abarca la cóclea, que facilita la audición, junto con los canales semicirculares y el propio vestíbulo, responsable de la regulación del equilibrio. Juntos, estos últimos componentes forman el sistema vestibular. Dentro del vestíbulo hay dos cavidades laberínticas membranosas: el sáculo y el utrículo, que contienen endolinfa. Además, el vestíbulo conecta con los canales semicirculares a través de ampollas.
El vestíbulo desempeña un papel fundamental en la regulación del equilibrio y es un componente vital del sistema vestibular del oído interno. Los canales semicirculares detectan la posición y el movimiento del cuerpo durante el movimiento, mientras que el vestíbulo asume esta función durante los periodos de reposo. A través de los estímulos generados en el interior del sáculo y el utrículo, llenos de endolinfa, el cerebro recibe información pertinente sobre la orientación del cuerpo.
Algunos de los trastornos que suelen asociarse al vestíbulo son:
El yunque forma una parte esencial de la cadena osicular, compuesta por tres huesos que intervienen en la transmisión del sonido. Situado entre el martillo y el estribo, el yunque sirve de intermediario para conducir las vibraciones sonoras. A diferencia de los otros dos componentes, conecta directamente con el martillo y el estribo y no toca ninguna membrana. Alojado en la cavidad timpánica del oído medio, desempeña un papel fundamental en la conducción del sonido.
La función principal del yunque es transmitir las vibraciones sonoras entre el martillo y el estribo, contribuyendo a la tarea global de transmitir la información sonora a través del oído medio hasta el oído interno. Las vibraciones del tímpano inducidas por las ondas sonoras se transmiten al martillo, luego al yunque y, por último, al estribo, que entra en contacto con la membrana de la ventana oval. Esta vibración pone en movimiento el líquido coclear, transmitiendo la información auditiva al nervio auditivo, que a su vez envía impulsos al cerebro.
A pesar de las precisas y delicadas conexiones dentro de la cadena osicular, las enfermedades asociadas a esta estructura son específicas:
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